Nuevos estudios arqueológicos en nuestro archipiélago de Boriken (y el Caribe en términos más amplios) han establecido la posibilidad de que nuestros ecosistemas comenzaron a ser alterados hace 5,500 años, quizás más. La historia oficial de Puerto Rico aún está repleta de mitos en torno a las sociedades precoloniales que son reminiscentes a lo que el geógrafo estadounidense William Denevan llamó en 1992 el mito del “noble salvaje” (Denevan 1992). Tanto este mito como el mito de los “paisajes prístinos” (pristine myth) se basan en narrativas coloniales que plasman a las sociedades indígenas de las Américas como incapaces de haber tenido algún impacto sobre sus paisajes.
Iteraciones de esta misma narrativa se proliferaron por todas las Américas desde el siglo 16, y fueron utilizadas para invisibilizar la presencia milenaria de las comunidades indígenas y así justificar el desplazamiento forzado y violento de sus territorios ancestrales.
En las cuencas del Río Grande de Manatí y el Río Grande de Arecibo se encuentran algunos de los sitios arqueológicos más antiguos de nuestro archipiélago y de los cuales se ha obtenido evidencia directa del procesamiento de cultivos así como el manejo del suelo para diferentes propósitos asociados al diario vivir durante diferentes épocas en el periodo precolonial.
Los paleosuelos (suelos que se formaron en el pasado bajo condiciones climáticas, bióticas y sociales particulares) son una ventana a nuestro pasado socionatural que podemos estudiar para entender estos procesos ancestrales. En los llanos aluviales costeros de ambos ríos se han identificado una serie de paleosuelos sepultados en el aluvión y estos están siendo estudiados para esclarecer el impacto de las sociedades precoloniales sobre los mismos. Estas nuevas perspectivas nos sirven como pueblo para reconocer nuevas maneras de relacionarnos con el paisaje, a conocer mejor nuestra historia social y natural, así como proponer medidas para la sustentabilidad y resiliencia de nuestros suelos, honrando con mayor conocimiento estos procesos ancestrales.
En los frascos se presentan muestras de paleosuelos y aluvión del Río Grande de Manatí y el Río Grande Arecibo obtenidos de este estudio de la estratigrafía y los paleosuelos presentes en estos valles. Las muestras fueron obtenidas de perfiles expuestos en los bordes de cada río y luego fueron procesadas para datarlas y estudiar sus características físicas y químicas, incluyendo el estudio de la vegetación antigua que predominaba. Se pueden apreciar los paleosuelos en las capas más oscuras del perfil de suelos.
Lara M Sánchez Morales